Salir un sábado otoñal de sol que todavia calienta y sombras heladas. Un sábado citadino con fiaca y pocas ganas de cocinar. Un mediodía de tantos, de voces que se pierden y personas que se encuentran.
Salir y que una ráfaga de viento te despeine y miles de hojas secas vuelen a tu alrededor.
Sentirte en una película. Sonreír.
No haber perdido jamás la capacidad de observar.